Revista de Indias 84 (292)
ISSN-L: 0034-8341, eISSN: 1988-3188
https://doi.org/10.3989/revindias.2024.1776

Asensio, Raúl. 2023. El terremoto del Cusco: reconstrucción, utopías urbanas y guerra fría (1950-1953). Madrid: CSIC. 240 pp. Colección Estudios Americanos. Tierra Nueva, 06.

 
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La colección Estudios Americanos Tierra Nueva, de la editorial del CSIC, ha publicado el libro de Raúl Asensio (investigador en el Instituto de Estudios Peruanos) dedicado a historiar las experiencias humanas que un hecho natural, el terremoto del 21 de mayo de 1950 en el Cusco, hilvanó como trama social de interdependencia.

La imagen de la portada nos da una primera representación del acontecimiento y del espacio histórico en el que ocurre. Se indica en la solapa de la cubierta que se trata de una foto tomada por Alberto Giesecke, uno de los personajes más ilustres del Cusco y, hasta cierto punto, del Perú de la primera mitad del siglo XX: maestro y reformador estadounidense fue rector de la Universidad San Antonio Abad del Cusco entre 1910 y 1923, la década del cambio cultural e intelectual del Cusco. Giesecke estaba registrando una escena en la que buscaba intervenir desde ese mismo registro. En primer plano aparecen dos hombres y una mujer que, sentada, mira directamente a la cámara: está en el centro inferior de la toma, con la cabeza apoyada en la mano izquierda y el brazo sobre la rodilla, solo mira, con el pelo encrespado y la ropa oscura como la piel bajo el sol andino. La mujer contrasta sobre la lona blanca de las tiendas de campaña improvisadas a su espalda, al fondo se alza la iglesia de la Compañía que, con algunos daños, domina la vertiente sur de la Plaza de Armas del Cusco, a su izquierda (la derecha en la foto) se mantiene el Paraninfo de la Universidad y sobre este y el hueco dejado por el derrumbe del edificio aledaño aparece uno de los cerros que rodea la ciudad en el que está escrito, con letras gigantes, “VIVA EL PERÚ”: la línea visual entre esta exaltación patria, la fachada colonial de la Compañía, la mirada de la mujer y el fotógrafo Giesecke re-presenta, de manera icónica, el acontecimiento que narra este libro. Las 14 fotos del volumen son una mínima muestra del, según Asensio, gran acervo visual del terremoto y la reconstrucción que merece su propia investigación.

Nos dice el autor que su “objetivo es analizar los diferentes proyectos de reconstrucción del Cusco, atendiendo al sustrato político e ideológico del que partían y a las relaciones, sociedades y tradiciones entre quienes los promovían y defendían. Sostendré que el terremoto generó un ecosistema particular, en el que confluyeron las utopías de transformación urbana propias de la época y las urgencias, ansiedades y vericuetos de la Guerra Fría” (p. 10).

Para cumplir con ello en las 240 páginas de libro, despliega una detallada crónica sobre la primera semana de derrumbes y los siguientes tres años de visitas, declaraciones, informes, propuestas, planes, controversias, rectificaciones, viajes, grúas, trámites, migraciones, etc. Con este enfoque, Asensio construye un “acontecimiento histórico” en el doble sentido de, por una parte, hechos ciertos de gran relevancia para quienes lo vivieron en la ciudad del Cusco, en el Perú y en la coyuntura internacional de la guerra fría, y, por otra, la narración historiográfica que permite analizar y representar la vida colectiva en sus propias experiencias y expectativas. Con fuentes de la prensa, las cartas y las memorias de algunos personajes, sus publicaciones y los informes o los trámites administrativos y políticos, Asensio presenta un acontecimiento histórico que despliega su propia lógica y que difícilmente se podría entender desde las meras referencias al contexto o la estructura histórica en el que tiene lugar. Aquí el autor apunta a la noción de “ventana de oportunidad” que el terremoto abre dentro de un proceso más amplio de transformación estructural en la región del Cusco y el Perú, del que el gobierno dictatorial de Manuel Odría habría sido la clave de bóveda en la construcción del Estado desarrollista y la emergente sociedad urbana de la segunda mitad del siglo XX. Como Asensio admite, esta es una tesis que necesita de un estudio histórico del gobierno de Odría y de sus efectos en los gobiernos posteriores hasta, por lo menos, febrero de 1974 en que muere Odría y, coincidencia, el gobierno de Velasco Alvarado, más militar y desarrollista, entra en crisis multinivel. No me atrevo a juzgar, en todas sus implicaciones, la pertinencia de esta tesis en la que la ventana de oportunidad abierta por el terremoto en y para el Cusco queda condicionada, incluso explicada, por el proceso más amplio de la modernización de los años 1950-1970. Sí me parece que, así planteado, el acontecimiento, más que una ventana, resulta un escaparate de oportunidades para la modernización urbana, social y política por venir que, como todo escaparate, contiene una mirada teleológica.

Aunque, como se ha citado, el objetivo “es analizar los diferentes proyectos de reconstrucción del Cusco” esto no se hace sobre los proyectos en sí, ya fuera con el estudio y evaluación de los diagnósticos, informes, alternativas, etc., sino desde el seguimiento de las actuaciones de las personas más relevantes en los años analizados y de las redes multinivel que estas personas despliegan y repliegan. Así, el principal foco de análisis está en la trama de actores, de los que se proporciona una lista de 84 personas con indicación de su puesto, especialidad, nacionalidad y, en varios casos, orientación política o posicionamiento respecto de la reconstrucción. En la lista y en la narración aparecen periodistas y fotógrafos, ingenieros, arquitectos, personal diplomático, representantes políticos, militares, empresarios, jerarcas eclesiásticos, gestores de organismos internacionales, intelectuales de gran prestigio y algunos ejemplos de las distintas clases sociales que componían la ciudad del Cusco. Esta diversidad de actores no lo es solo por representar a distintos campos profesionales, corporativos, sociales o políticos, sino por sus distintas trayectorias, poder y capacidad de acción estratégica. Así destacan figuras peruanas como el intelectual-político Luis. E. Valcárcel, el arzobispo del Cusco Santiago Hermosa, el senador Santiago Tamayo, el ingeniero Óscar Ladrón de Guevara, o el estadounidense-peruano Alberto Giesecke, el embajador español Fernando María Castiella, el arquitecto, también español, Andrés León Boyer, los estadounidenses George Kubler, historiador, y Richard Hudgens, experto en desarrollo, el diplomático boliviano Enrique Sánchez de Losada, entre tantos.

Además de la atención a los personajes, Asensio narra la vida del Cusco en esos tres años, desde el día del terremoto y el escaso número de fallecidos, estimado entre 150 a 200, hasta la ajetreada vida en los campamentos, en el hotel de turistas, la Catedral, el Ayuntamiento o la Prefectura. Estas narraciones están enmarcadas en la representación histórica y patrimonial de la ciudad que se constituye en escena de su propia actuación colectiva. De hecho, este es uno de los principales asuntos del libro: el Cusco durante otro gran seísmo. El propio terremoto surge, simultáneamente, como catástrofe y como oportunidad, y se va transformando en otro caso de “problema y promesa” de historia nacional peruana; es decir, en otro ensayo de interpretación histórica (Jorge Basadre), con lo que tiene de gran relato nacional.

En esta narración del tenso desarrollo de la trama social en torno a la reconstrucción de la ciudad, Asensio hace un interesante análisis del cruce y solapamiento de los niveles local-Cusco, nacional-Lima, internacional (Nueva York, México, Buenos Aires, París, Madrid), con tres ejes de desarrollo principales. El primero y más intenso fue la reconfiguración post Segunda Guerra Mundial, con todo lo que tuvo de reconstrucción económica, de nuevas instituciones y escenas internacionales, de nuevos modos de gestión centrados en los saberes expertos-burocráticos y de la gran lucha por la hegemonía y la contención militar que fue la Guerra Fría. Aquí el terremoto del Cusco fue un pequeño laboratorio de pruebas muy controladas, pero en las que Estados Unidos y las nuevas agencias de la ONU trataban de conocer sus capacidades de respuesta ante una catástrofe y trazar alianzas regionales. El segundo eje sería la inestable y conflictiva relación entre los países latinoamericanos y los Estados Unidos, de la que la Guerra Fría era un nuevo tablero, más amplio e incierto, donde disputar las posiciones entre países. En los asuntos analizados en el libro, Argentina, México y, también, Perú resultaron actores con agendas propias dentro del contexto internacional que pretendía cubrir la ONU bajo la égida de los Estados Unidos. El tercer y particular eje lo constituye el esfuerzo diplomático de la dictadura franquista por romper el aislamiento internacional. Aquí aparece una historia que casi se desgaja del acontecimiento general, pues sus objetivos y resultados más relevantes estarían lejos del Cusco, en especial en la negociación para la entrada de España en la UNESCO. Pero esta historia paralela está en el primer párrafo del libro y en el último, haciendo referencia a una placa de homenaje al dictador Francisco Franco Bahamonde en la fachada de la Catedral del Cusco. La apuesta de Asensio con este subrayado en el inicio y el final no queda bien explicada en el libro, por más interesante que resulta el asunto. Tal vez, se deba a la estrategia de análisis y exposición narrativa que le permite al autor un distanciamiento casi positivista en la presentación de los protagonistas (abrumadoramente hombres), sus relaciones, apariciones en escena, asuntos tratados, etc. Tal vez otra estrategia más cercana a lo que Adrew Abbott llama lyrical sociology, en contraposición a la usual sociología narrativa, hubiera permitido conocer mejor el propio acercamiento del autor, su mirada y apuesta respecto de los hechos, personajes y procesos históricos, algo que en el apartado de “agradecimientos” y la especial referencia al historiador cusqueño Donato Amado casi aparece.

Para terminar, en el libro encontramos la sucesiva presentación de capítulos, a modo de secuencias en un largometraje, que, desde la introducción y las primeras anécdotas en la vida íntima de los derrumbes, asciende por siete capítulos hasta ganar una posición panorámica. Ahí, en el último capítulo, titulado “El final de las utopías”, Asensio incluye el epígrafe “Del utopismo planificador al desborde” que mira al resto de la trama con términos y conclusiones que solo se reconocerán como evidentes tras el “desborde” de los años 1980 y la constitucionalización de la “antipolítica” en 1993. Esta, me parece, es una retrospectiva algo forzada, incierta, como mínimo, para 1953, pues más que ante la derrota de indigenismo de Valcárcel frente al hispanismo católico de Franco-Odría o del desarrollismo planificador (ya fuera el de los Estados Unidos, las agencias internacionales, la CEPAL, los nacional-populares, etc.) frente al incontenible dualismo entre sociedad formal y autoconstrucción informal (los dos Cuscos o las dos Américas), sabemos que aún quedaba mucho indigenismo por desplegar y recrear y varias generaciones de reformas estructurales.

Las “Conclusiones: una reconstrucción incompleta” (pp. 215-226) presentan un buen resumen de hasta donde entiende el autor ha llegado su análisis respecto de los objetivos que se planteó en la introducción. Por el abundante y oportuno uso de las fuentes, por la amplia bibliografía que, sin agobiar, enmarca el trabajo, por sus innovaciones historiográficas y por lo mucho que se aprende, este es un buen aporte que Raúl Asensio y la colección Tierra Nueva del CSIC hace a los estudios americanos. Para continuar en el trabajo, les dejo mis preguntas sobre los “acontecimientos históricos” como ventanas de oportunidad, la relevancia dada al papel de la diplomacia franquista, la opción metodológica-expositiva y la pertinencia de anticipar en 1953 el desborde de la planificación desarrollista.