Revista de Indias, 2024, vol. 84, n.º 290, e004
ISSN-L: 0034-8341, eISSN: 1988-3188
https://doi.org/10.3989/revindias.2024.004
Dossier: En torno a Ayacucho. Trasfondos de una batalla en América del Sur y España
Dossier: Around Ayacucho. Backgrounds of a Battle in South America and Spain

¿Movimientos de cuartel o sobresaltos republicanos? Los pronunciamientos de las tropas auxiliares en Perú y Bolivia, 1826-1828

Barrack Commotions or Republican Upheavals? The Pronunciamientos of the Auxiliary Troops in Peru and Bolivia, 1826-1828

Daniel Gutiérrez Ardila

Universidad Externado de Colombia

https://orcid.org/0000-0001-6236-7877

RESUMEN

Colombia jugó un papel muy importante en el desenlace de la guerra en el Alto Perú y en la transformación de aquel territorio en Estado independiente. Considérense, si no, los nombres elegidos para bautizar la República (primeramente, Bolívar; a continuación, Bolivia) o la capital (Sucre), el autor del polémico texto constitucional (el propio Simón Bolívar) o el primer presidente designado (un mariscal venezolano). Menos relevancia se presta a las rebeliones de las tropas a las que se encomendó en buena medida el apuntalamiento del régimen. ¿Qué tan condicionadas estuvieron por los dilemas políticos que conmovieron por aquel entonces los Estados suramericanos? ¿Cómo las interpretaron los periódicos y los gobiernos del subcontinente? ¿De qué manera las ha juzgado posteriormente la historiografía? ¿Qué las motivó, en definitiva? Tales son las cuestiones que busca resolver el presente artículo.

PALABRAS CLAVE: 
Perú; Alto Perú; tropas auxiliares; Constitución boliviana; presidencia vitalicia
ABSTRACT

Colombia played a very important role in the outcome of the war in Upper Peru and in the transformation of that territory into an independent state. It should be noted, for example, the names chosen to baptize the Republic (first, Bolivar; then Bolivia) or the capital (Sucre), the author of the controversial constitutional text (Simon Bolivar himself) or the first appointed president (a Venezuelan marshal). Less relevance is given to the rebellions of the troops that were entrusted to prop up the regime. How conditioned were they by the political dilemmas that shook the South American states at the time? How were they interpreted by the newspapers and governments of the subcontinent? How has historiography subsequently judged them? What motivated them, in short? These are the questions that this article seeks to resolve.

KEYWORDS: 
Perú; Upper Peru; auxiliary troops; Bolivian Constitution; presidency for life

Recibido: 04  octubre  2022. Aceptado: 06  febrero  2023. Publicado: 27  mayo  2024.

CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO / CITATION: Gutiérrez Ardila, Daniel, "¿Movimientos de cuartel o sobresaltos republicanos? Los pronunciamientos de las tropas auxiliares en Perú y Bolivia, 1826-1828", Revista de Indias, 84/290 (Madrid, 2024): e004. doi: https://doi.org/10.3989/revindias.2024.004.

CONTENIDO

INTRODUCCIÓN

 

Después de la batalla de Ayacucho (9 de diciembre de 1824), las tropas independentistas pasaron el Desaguadero para culminar en el Alto Perú o Real Audiencia de Charcas la derrota de los ejércitos realistas de Suramérica, aun cuando estos terminaron deshaciéndose por sí solos, «como la sal en el agua»1Carta de José María Córdova a Sinforoso García, La Paz, 23 de febrero de 1825, en Moreno de Ángel, 1974, t. 2: 147-148.. Al frente del gobierno de ese territorio quedó el general venezolano Antonio José de Sucre, cuya autoridad era respaldada por dos mil hombres de tropa del ejército de Colombia. La presencia de aquel contingente decidió el destino del país, que terminó liberándose del vínculo que en el período tardocolonial lo había ligado a Buenos Aires y se erigió en una República aparte, más que independiente2 Urcullu, 1855: 127-164. René Moreno, s. f. Arnade, 1957: 161-205. Millington, 1996: 99-125.. Hecho significativo, los representantes diplomáticos del Gobierno de Sucre en Perú, el Imperio del Brasil y Buenos Aires eran los mismos que diputara previamente el Poder Ejecutivo bogotano3El Gobierno de Bogotá autorizó al de Bolivia para que se valiera de sus ministros y agentes en las naciones extranjeras con el propósito de entablar sus primeras relaciones. Ello sucedió, cuando menos, con Cristóbal Armero en Lima, Leandro Palacios en Río de Janeiro y Gregorio Funes en Buenos Aires: El Cóndor de Bolivia, Chuquisaca, 110, 123 y 128, 10/1, 10/4 y 8/5 de 1828. Funes se enteró de su nombramiento por carta de 22 de junio de 1827: Carta de Funes a Sucre, Buenos Aires, 26 de septiembre de 1827, en O’Leary, 1880, t. XI: 238-241..

En Chuquisaca, capital de la antigua Audiencia, se reunió una asamblea general de las provincias del Alto Perú que solicitó a Bolívar el texto constitucional por el que había de regirse el nuevo Estado, y al Congreso de Colombia que autorizase la permanencia en aquel país, tanto de Sucre como de los soldados que este había traído consigo. La promulgación de la llamada Constitución boliviana, que daba origen a una presidencia vitalicia, su posterior adopción por parte del Perú y las instancias para que también se sancionara en Colombia inflamaron el subcontinente o, como dice Paz Soldán, causaron «el trastorno de tres Repúblicas» y pusieron «en alarma a las vecinas»4 Paz Soldán, 1874, t. 2: 70-82.. No era para menos. Dos generales concentraban un poder que suscitaba la desconfianza de los republicanos y que ponía en riesgo el equilibrio de Suramérica, al abrir la vía para edificar una vastísima confederación. Mientras en Chile y el Río de la Plata generaban preocupación la preponderancia de los más reputados oficiales del ejército colombiano y el proyecto político que capitaneaban5Sobre los temores de Chile y la indecisión del Gobierno de Buenos Aires, que cortejaba a Colombia y Bolivia por la guerra cisplatina, pero temía la ambición de Bolívar y el militarismo colombiano, Seckinger, 1976: 241-267. Millington, 1996: 125-146., en Bogotá causaban consternación las asambleas promovidas en diversas capitales departamentales de la República (Guayaquil, Quito, Cuenca, Panamá, Cartagena y Maracaibo) por allegados de Bolívar en clara violación de los preceptos constitucionales. En dichas reuniones y por medio de actas, se le solicitaba, en un primer momento, una nueva carta constitucional, y días después se le otorgaban, apelando al mismo procedimiento, facultades dictatoriales. El Gobierno del Perú reconoció a la República de Bolívar o Bolivia y negoció con ella un tratado que dio origen a la Federación Boliviana, cuyo presidente vitalicio debía ser Simón Bolívar (15 de noviembre de 1826). Sucre improbó el pacto, decantándose más bien por una alianza defensiva con Colombia o con Chile y Buenos Aires, cuyos términos debían ajustarse posteriormente. Fue en este contexto en el que se produjo la «desmoralización» de las llamadas tropas auxiliares, integradas sobre todo por hombres provenientes de Venezuela, Nueva Granada y ambos Perú6Esta expresión, usual en la época independentista en Suramérica, alude al Alto Perú (posteriormente Bolivia) y al Bajo Perú (que se convirtió en la República del Perú).. Estaban repartidas en tres divisiones que a mediados de 1826 se hallaban acantonadas en Arequipa, Cochabamba y Lima. Todas se vieron envueltas en una serie de sublevaciones de cuartel que jugaron un papel capital en el naufragio de los proyectos vitalicios y de la reestructuración política que estos entrañaban de la América del Sur (tabla 1). Dichas insurrecciones también provocaron gran disgusto en el Gobierno de Bogotá y contribuyeron por ello al estallido de la guerra que lo opuso al Perú entre el 31 de agosto de 1828 y el 27 de febrero de 18297 Restrepo, 1858, t. 3: 521-537, 546-552 y t. 4: 7-43, 72-77 y 127-139 . González, 1971: 101-107. Paz Soldán, 1874 y 1929: 43-84. Rey de Castro, 1883..

Fecha Lugar Cuerpos involucrados Tropa comprometida
14-11-1826 Cochabamba Un escuadrón del Regimiento de Granaderos de Junín 160-200
25-01-1827 Lima Tercera división 2.700
25-12-1827 La Paz Batallones Voltígeros y Bogotá Escuadrón Granaderos de Colombia 500-800
18/22-04-1828 Chuquisaca Escuadrón de granaderos montados 50-80
Tabla 1.  Sublevaciones de cuerpos procolombianos en ambos Perú (1826-1827). Fuente: Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, Sucre (ABNB), Braun 8. Gaceta de Colombia, Bogotá, 317 y 334. Burdett O’Connor, s. f.: 218, 234Burdett O’Connor, Francisco, Recuerdos de Francisco Burdett O’Connor, coronel del Ejército Libertador de Colombia y general de división de los de Perú y Bolivia, Madrid, Editorial América, s. f.. Restrepo, 1858, t. 4: 9-10, 14-19, 73-77 y 127-133Restrepo, José Manuel, Historia de la revolución de la República de Colombia en la América Meridional, Besanzón, José Jacquin, 1858, t. 3 y 4.. El Cóndor de Bolivia, Chuquisaca. Posada Gutiérrez, 1865Posada Gutiérrez, Joaquín, Memorias histórico-políticas, Bogotá, Imprenta a cargo de Foción Montilla, 1865, t. 1.. René Moreno, 1877René Moreno, Gabriel, “Documentos sobre el primer atentado del militarismo en Bolivia”, Revista chilena, IX (Santiago, 1877): 246-287 y 394-408.. Mallo, 1871Mallo, Jorge, Historia de la fundación de Bolivia i lo que fue para ella la administración Sucre, Sucre, Imprenta Boliviana, 1871.. Moreno de Ángel, 1974, t. 2: 228 y 232Moreno de Ángel, Pilar (comp.), Correspondencia y documentos del General José María Córdova, Bogotá, Editorial Kelly, 1974, t. 2...

El fenómeno comprendió, en suma, cuatro movimientos de cuartel, acontecidos en menos de dos años. Los tres primeros fueron protagonizados por soldados y oficiales colombianos, el último fue preponderantemente boliviano, aun cuando contó con la participación destacada de un puñado de argentinos y peruanos y de un sargento chileno8“Undécima carta del Chuquisaqueño á un amigo suyo residente en la Paz”, El Cóndor de Bolivia, 125, 24/4/1828.. No obstante, una compañía colombiana de granaderos del Pichincha se pasó al ejército peruano en el momento en que el general Agustín Gamarra cruzaba el Desaguadero e invadía Bolivia. Puede considerarse, entonces, que en todos los pronunciamientos participaron de manera activa las tropas auxiliares9 Paz Soldán, 1929: 32-33..

En cuanto a sus resultados, cabe distinguir la sublevación de la tercera división en Lima, pues el movimiento supo imponerse y suscitó la derogación de la Constitución boliviana en Perú y la evacuación de ese país por parte de las tropas extranjeras. Por su parte, las rebeliones que tuvieron lugar en Cochabamba y La Paz fueron rápidamente controladas, mientras la de Chuquisaca duró cinco días y ocasionó una herida grave al presidente de la República (el mariscal Sucre), así como su arresto y el de varios ministros del despacho, antes de ser aniquilada con la ayuda de tropas provenientes de otras provincias. Pese a su derrota, las tres asonadas erosionaron de manera evidente la autoridad de Sucre y forzaron el retorno progresivo de los llamados cuerpos auxiliares a Colombia, que dejaron de ser confiables y se tornaron peligrosos10Carta de Facundo Infante al secretario de Guerra de la República de Colombia, La Paz, 12 de marzo de 1828, Archivo General de la Nación-Colombia, Bogotá (AGN), Miscelánea General (MG), t. 62, ff. 563-564..

Por lo general, los líderes de aquellos movimientos de cuartel murieron en el cadalso, tras correrías más o menos breves: el teniente López Matute, en Salta; el sargento de Voltígeros Joaquín Galausa, en La Paz, y el sargento Pedro Rueda y el músico mayor Victorio Robles, en Sopachuy11 Castillo Lara, 1996: 3-13. “«Revoltosos»” y oficio de Francisco López al ministro del interior (Sopachuy, 4 de mayo)”, El Cóndor de Bolivia, 122, 3/4/1828.. José Bustamante, líder de la sublevación de la tercera división en Lima, constituye una excepción, pues conservó la vida y regresó al Perú para convertirse en influyente militar y personaje público y en tronco de familias distinguidas12 Basadre, 1983, t. 1: 127. Y, sobre todo, Rodríguez Plata, 1976: 3-31..

El estudio conjunto y contrastado de las insurrecciones militares acaecidas en Perú y en el Alto Perú justo cuando se develaban los proyectos vitalicios representa una oportunidad privilegiada para auscultar las concepciones de los soldados y medianos oficiales del Ejército Libertador a propósito de la misión que desempeñaban, de su función con posterioridad a la derrota definitiva de los realistas y, de manera general, con respecto a la política revolucionaria y al proyecto independentista. Naturalmente, el primer paso es comprender la manera en que dichos movimientos de cuartel han sido juzgados desde comienzos del siglo XIX. A continuación, el artículo confrontará estas tradiciones interpretativas con fuentes provenientes de diversos repositorios.

LECTURAS ENCONTRADAS

 

¿Cómo se han interpretado estas insurrecciones? En Colombia, quienes se proclamaban defensores de las instituciones liberales no pudieron ocultar su alegría13Ver, por ejemplo, Cartas de Francisco Soto, Juan de Dios Aranzazu, Santander y Vicente Azuero al Dr. Rufino Cuervo de comienzos de 1827, en Cuervo, 1918, t. 1: 33-39 y 42-43.. El pronunciamiento de la tercera división fue celebrado en las calles de Bogotá por jefes y oficiales (entre los que se contaba, entusiasta, el vicepresidente), con bandas de música, repiques de campanas, cohetes y arengas14 Restrepo, 1858, t. 4: 18-19. Posada Gutiérrez, 1865, t. 1: 46-47.. En un comienzo, la gaceta oficial de la República saludó los alzamientos como gestos heroicos en defensa de la Constitución de 1821 y de la libertad americana amenazada, pero después de la caída de Francisco de Paula Santander los juzgó más bien como un procedimiento hostil y artero del Perú15Sobre el primer momento: Gaceta estraordinaria [de Colombia], Bogotá, 11/3/1827 y, antes que nada, “Sobre los sucesos del Perú”, Gaceta de Colombia, Bogotá, 284, 25/3/1827 y Gaceta estraordinaria, 23/5/1827. A propósito del segundo momento, “Fé púnica”, Gaceta de Colombia, 334, 9/3/1828..

Esta idea de un plan orquestado con doblez desde Lima fue compartida por la historiografía decimonónica colombiana. José Manuel Restrepo recuerda que, si bien todos los amotinados enarbolaron como motivación la defensa del orden republicano y la oposición a los proyectos vitalicios, se trató, sin embargo, de meros pretextos, pues obedecían, en realidad, a intrigas del Gobierno limeño. Dice este historiador acerca de la primera rebelión que los ciento ochenta hombres insubordinados en Cochabamba fueron seducidos por el oficial Domingo Matute, «quien pretendiera colorir su infame acción con el ropaje de amor a la libertad». A propósito de la segunda, Restrepo afirma que se trató de una conspiración concebida por Andrés de Santacruz, cuyo objetivo era hacerse con el mando supremo en el Perú e incorporar a ese país los departamentos del sur de Colombia. La tercera insubordinación habría sido, de acuerdo con Restrepo, el resultado de manejos subrepticios de Agustín Gamarra, que habría conseguido que los alzados proclamaran al Perú y la autoridad suprema de Santacruz. El autor intelectual de la cuarta habría sido también Gamarra, con el enunciado propósito de socorrer a los altoperuanos de la opresión extranjera y de poner fin al gobierno vitalicio e irresponsable, pero guiado en el fondo por la ambición del Gobierno limeño16 Restrepo, 1858, t. 4: 9-43, 49-50, 72-77 y 127-133 . Joaquín Posada Gutiérrez sigue la línea trazada por Restrepo: en su concepto, las insurrecciones de las tropas auxiliares fueron protegidas por los peruanos con propósitos siniestros. Al abordar el caso de la tercera división, Posada Gutiérrez juzga con dureza a los jefes del pronunciamiento, a los que acusa de haberse vendido al Gobierno de Lima para desmembrar los departamentos del sur de Colombia. Indica, con todo, que «los subalternos y tropa no tenían la menor idea de estas negociaciones» y que su intención fue proteger el «régimen legal», Posada Gutiérrez, 1865, t. 1: 75-94. Para José Manuel Groot, en estas sublevaciones militares coincidieron «dos conspiraciones contra el Libertador. la del Perú y la de los santanderistas», Groot, 1870, t. 3: 440-452, 478-479 y 516-519..

Aunque confirma la injerencia peruana en los levantamientos de los «peligrosos libertadores» en Lima y en las principales poblaciones de Bolivia, el historiador venezolano Rafael María Baralt se muestra más circunspecto, declarándose incapaz de designar sus «causas verdaderas». Por una parte, insiste en la gran impopularidad de las tropas auxiliares, en lo oneroso que resultaba su sostenimiento y en los polémicos procedimientos de Bolívar para mantenerse en el mando, que obstaculizaron el surgimiento de gobiernos propios en aquellos países. Por otra, se refiere al descontento ocasionado entre los colombianos por una dilatada residencia en el exterior y por la férrea disciplina a que estaban sometidos, subrayando igualmente su prolongada ociosidad y el engreimiento generado por los desmedidos homenajes que les fueron tributados17 Baralt, 1939, t. 3: 206-213, 219-243 y 256-260 ..

En el libro que escribió durante la guerra del Pacífico, el historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna llegó a conclusiones similares a las de la historiografía decimonónica colombiana. Sucre fue, en su concepto, víctima de la felonía peruana, cuando eran puras sus intenciones e indiscutible su desprendimiento del poder, como lo demostraban sus continuas protestas de abandonar la presidencia18 Vicuña Mackenna, s. f. . Para el guatemalteco Antonio José Irisarri, los motines de las tropas auxiliares obedecieron a intrigas extranjeras: el motín de Cochabamba, a las del gobernador de Salta; y los restantes, a las peruanas19 Irisarri, 1846: 93-97..

Muy semejante fue la interpretación del periódico oficial del gobierno de Chuquisaca, que culpaba al gabinete de Lima y a unos cuantos demagogos locales de atizar la guerra civil con el ánimo de demoler la independencia del Alto Perú20Tal es la línea editorial de El Cóndor de Bolivia.. Los memorialistas e historiadores de Bolivia coinciden en analizar las rebeliones militares como producto de la propaganda peruana y, en ocasiones, también de la argentina. Según afirman, estos países, que se equivocaban al tratar a Sucre como alfil de los ambiciosos proyectos de Bolívar, lograron crear un partido local decididamente opuesto a la presidencia vitalicia y a la larga permanencia y a los abusos, reales o supuestos, de las tropas colombianas. Este enfoque está marcado, como se comprenderá, por los sucesos posteriores, en particular, por la guerra peruano-boliviana (1841-1842) y por la inestabilidad republicana de Bolivia, encarnada en las reiterativas conspiraciones militares21 Mallo, 1871: 63-69 y 78-81. René Moreno, 1877: 246-287 y 394-408. Arguedas, s. f.: 267-319 y 340-384..

Para el Gobierno y la prensa peruanos, las insurrecciones de las tropas auxiliares fueron movimientos salutíferos, que quebrantaron una dominación extranjera y opresora22Es la línea editorial de El Fénix, Lima, y El Telégrafo de Lima, por ejemplo.. Se habría tratado, así mismo, de manifestaciones espontáneas, motivadas, no por una mano oculta, sino por la misma causa «que producía la universal combustión en Colombia»23Manifiesto del gobierno del Perú, en contestación al que ha dado el general Bolívar sobre los motivos que tiene para hacerle la guerra, Lima, Imprenta de José María Masías, 1828: 7-8.. Según denunciaron altos funcionarios y periódicos, Sucre buscó revertir el pronunciamiento de la tercera división a través del agente que en Lima representaba a la vez los gobiernos de Bogotá y Chuquisaca. Sus pretensiones habrían sido, primero, la incorporación de Puno, Arequipa y Cuzco a Bolivia; y después, una agresión contra el Perú coordinada con las autoridades colombianas24Memorando sin fecha de la reunión del secretario de Relaciones Exteriores de Colombia con el Dr. José Villa, ministro plenipotenciario del Perú. Carta de Villa a Revenga, Bogotá, 27 de mayo de 1828, AGN, Ministerio de Relaciones Exteriores, Legaciones, Transferencia 2 (MRE, LT2), t. 413, ff. 95-97 y 108-117. Manifiesto del gobierno del Perú…, pp. 10-11 (donde se recoge que el encargado de negocios de Colombia y Bolivia fue expulsado como consecuencia de sus aparentemente turbias actuaciones), AGN, MRE, LT2, t. 415, ff. 60-77..

El historiador Paz Soldán ve el cuartelazo de la tercera división en Lima en 1826 como la respuesta de una población indignada con la altanería de las tropas auxiliares y con los proyectos ambiciosos de un Bolívar delirante por el «brillo de su gloria». Por ello, los peruanos se habrían asociado con militares colombianos adictos a la Constitución de Cúcuta e igualmente disgustados con la presidencia vitalicia25 Paz Soldán, 1874: 127-154.. En los motines de Bolivia la ecuación sería semejante (extremada impopularidad de las tropas auxiliares y del régimen vitalicio), pero se complicaría por la absurda política de la facción dominante en el Perú, cegada por el odio a Bolívar, así como por la inquina que dos influyentes generales (Santa Cruz y Gamarra) profesaban a esta y a Sucre: si ambos obstaculizaron la salida de las tropas auxiliares fue porque necesitaban un pretexto para invadir el país. Es importante subrayar que, según Paz Soldán, las insurrecciones de los militares colombianos en Cochabamba y La Paz no pueden de ningún modo achacarse a intrigas del Gobierno de Lima. No obstante, el historiador señaló a Gamarra como responsable principal de la de Chuquisaca, aunque dejó claro que aquella expedición gozaba de mucha popularidad entre los bolivianos26 Paz Soldán, 1929: 1-12 y 26-41..

Jorge Basadre interpreta las sublevaciones desde la perspectiva de la deseable unión entre ambos Perú. En su concepto esta fue impedida por el intervencionismo militar colombiano, antes de frustrarse definitivamente por la consolidación de Chile. Basadre subraya también la impopularidad del régimen de Sucre y la rivalidad que frente a este sentían Gamarra y Santa Cruz. Menciona, igualmente, la propaganda que contra las instituciones vitalicias difundían las imprentas limeñas y las incitaciones disruptivas de los liberales neogranadinos, así como la existencia de agentes y dinero de Buenos Aires. Sin embargo, Basadre soslaya el papel del republicanismo de las tropas auxiliares, dando, en cambio, especial relieve a la cuestión de los ajustes y de las gratificaciones de las tropas auxiliares. De acuerdo con su versión, las insurrecciones de Cochabamba en 1826 y de La Paz en 1827 fueron detonadas por rumores según los cuales los oficiales derrochaban en garitos el millón de pesos acordado por el Congreso del Perú como premio a aquellos cuerpos27 Basadre, 1983, t. 1: 203-214..

En Buenos Aires las sublevaciones fueron celebradas como golpes certeros contra los enemigos del sistema republicano. Los historiadores decimonónicos del país retomaron este marco interpretativo. Para Vicente Fidel López, Sucre buscó después de Ayacucho «establecer el predominio personal de Bolívar, que no solo aspiraba a tener bajo su mando el Bajo y Alto Perú, sino todo el norte de las provincias argentinas», con el fin de edificar «Dictadura Continental, desde Panamá hasta el Cabo de Hornos»28 López, 1890, t. IX: 260-272.. Aún más duro se muestra Bartolomé Mitre al aseverar que con el concurso diligente de Sucre, Bolívar dejó de ser Libertador para transformarse en «conquistador y conspirador reaccionario contra la independencia de las naciones por él redimidas»: el Perú devino «nación parásita de Colombia» y el Alto Perú, «feudo de su personalidad». No obstante, al flaquear los ejércitos de ocupación que sustentaban el poder de Bolívar, se frustraron sus planes de imperio pretoriano y de presidencia vitalicia29 Mitre, 2012: 952-985..

LAS FUENTES DEL DESCONTENTO

 

Resulta muy interesante confrontar la documentación acopiada para esta investigación acerca de los levantamientos de las tropas auxiliares en el Perú y Bolivia con las lecturas que sobre ellos hicieron los gobiernos, la prensa y la historiografía de Suramérica. Dispuestas de manera acumulativa, las fuentes sobre los diversos pronunciamientos militares revelan los abigarrados motivos del descontento de los cuerpos estacionados en Cochabamba, Lima, La Paz y Chuquisaca.

Está claro que, después de la caída del régimen vitalicio en el Perú, para amplios sectores de ese país resultaba inconveniente el mantenimiento del protectorado colombiano en Bolivia, pues establecía una tenaza opresiva por el norte y por el sur. Si bien Sucre había manifestado con frecuencia que deseaba entregar el mando y residir en Quito, también se refirió en varias ocasiones al sacrificio que hacía al permanecer al frente de los negocios políticos para complacer a Bolívar30Ver, por ejemplo, la muy diciente Carta de Sucre a Bolívar (Chuquisaca, 20 de septiembre de 1826), en Lecuna, 1924, t. 2: 267-272.. Fue en ese contexto donde se produjo la creciente politización e indisciplina de las tropas auxiliares colombianas. Los testimonios indican que reinaba el orden a finales de 1825 y que el «espíritu nacional» de los soldados tocaba en «el delirio». Aún en agosto de 1826, Sucre consideraba que las tropas colombianas garantizaban la estabilidad de Bolivia31Sobre estos tres puntos, ver Cartas de Sucre a Santander, La Paz y Oruro, 19 y 27 de septiembre y Potosí, 11 de octubre de 1825; Chuquisaca, 4 de enero, 24 de agosto y 27 de diciembre de 1826; Cochabamba, 11 de mayo y Chuquisaca, 10 de julio de 1827, en Cortázar, 1968, t. XII: 468-474, 476-478, 481-485 y 487-492..

Analicemos con detalle las sublevaciones.

1.ª insurrección: Cochabamba, noviembre de 1826

 

El capitán Matute era un indio de los Llanos de Venezuela, que se sentía injustamente postergado en los ascensos y consideraba que se privilegiaba en ellos a los «blancos y godos»32 Castillo Lara, 1996.. En el mes de marzo de 1826, acompañado de un capitán y un alférez, Matute se quejó por los maltratos que el general José María Córdova propinó a un camarada del regimiento de granaderos a caballo. En la denuncia que dirigió a las autoridades, Matute señalaba, junto con sus compañeros, que aun el comandante debía respetar las ordenanzas «para ser justo en el seno de un gobierno libre»33La representación se encuentra en Lecuna, 1924, t. 2: 77-78.. En apariencia, el incidente jugó un papel tan importante en el levantamiento34Carta de Sucre a Bolívar, Chuquisaca, 27 de noviembre de 1826, en Lecuna, 1924, t. 2: 288-291. como lo fue la esperanza de regresar a Colombia, a través del puerto de Buenos Aires35 Castillo Lara, 1996.. En efecto, en la elocuente despedida que dirigió a sus compañeros de armas, Matute se refirió a los insultos constantes y al desprecio con que los jefes miraban las peticiones de sus subordinados, a quienes debían su elevación y preeminencia. Habló también de las penalidades sufridas por las familias de los auxiliares en la lejanía y del interminable destierro al que parecían condenados los soldados que habían asegurado la independencia. Así mismo, se explayó en la expresión de sus «sentimientos liberales», criticando las Constituciones análogas de Perú y Bolivia, que edificaban una magistratura despótica:

¡Perpetuo mando en un gobierno libre! ¿habrà cosa mas escandalosa que un mando vitalicio à los corazones de unos hombres que han abandonado su patria por ser libres? Tambien me diràn VV. que à nosotros no nos incumbe el que en estas repúblicas haya tales constituciones: yo les respondo que los sentimientos filantrópicos con que deben estar cubiertos los liberales les debe adolecer la suerte que á sus semejantes les corra, pues por la que tienen ahora no se les presenta mas que una ruina total, y aproximar à nosotros lo mismo; ¿por ventura hemos venido de Colombia à ser odiados de los pueblos ò à ser sus amigos? Los pueblos nos odian porque se figuran que nosotros sostenemos la ambicion, ellos no tienen un motivo para creer lo contrario de nosotros, porque no damos pruebas36 “Despedida del capitán Domingo L. Matute”, Gaceta de Colombia, 288, 22/4/1827..

Burdett O’Connor, que se refirió en sus memorias a la deserción de los Granaderos, explicó que Sucre sospechaba de la injerencia peruana, por cuanto Matute había estado, días previos, en Lima. Aseguró también que el capitán de la insurrección de Cochabamba alucinó a sus hombres tanto con la promesa de conducirlos a Colombia, «donde el Libertador», como con la noticia de que el coronel Otto Felipe Braun se había jugado con unos paisanos toda la gratificación votada por el Congreso del Perú en favor de los vencedores de Ayacucho. A eso añadía que el disgusto del propio Matute, «indio pequeño, picado de viruela», se habría originado en la frustración que le produjo el nombramiento como capitán efectivo de la compañía de Francisco Segovia, de menor antigüedad, más «joven blanco, alto y bien parecido»37 Burdett O’Connor, s. f.: 215-234..

La sumaria instruida por orden de Sucre permite ver aún con mayor claridad el trasfondo de la sublevación. Los testigos coincidieron en señalar que los amotinados eran soldados muy experimentados «cuya onrrads se había merecido el consepto y confianza en tantos años de calamidads y sacrificios en el servicio de tres Repúblicas à quienes habían dado la Livertad, abrumados de hanbres, desnudeses y mil otras nesesidads ». Si bien se hallaban asistidos en el rancho y bien vestidos, se les adeudaban dos meses de sueldo, así como los ajustes de años anteriores y la parte que les cabía en los premios decretados por los gobiernos de Perú y Bolivia al ejército libertador. Algunos se habían quejado, además, por los rigurosos castigos que causaban las faltas más leves, «como la de lista», pero el expediente demuestra que los soldados y suboficiales profesaban respeto y cariño por sus superiores. Los testigos responsabilizaron a Matute de lo acontecido. Según afirmaron, este sedujo a la tropa con la ayuda de sargentos y cabos, prometiendo que la conduciría a Colombia para cobrar lo que se le debía, cuando en realidad meditaba pasarse a la República Argentina, cuyo pabellón proclamó luego de marchar 15 kilómetros: en ese momento ya no había escapatoria, y los sublevados, sabiendo que a sus espaldas solo los aguardaba la muerte, se resignaron a seguirlo, «aun traicionando tal vez sus propios sentimientos»38Ciudad de Cochabamba año de 1827. Regimiento Granaderos de Junín. Sumario é información contra el Sr. Coronel Felipe Braun por haberse desertado escandalosamente una parte del Regimiento de su mando, Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, Sucre, (ABNB), Braun 8.. Además, tres de los testigos presenciaron cómo el coronel Otto Felipe Braun, al dar alcance a los insurreccionados, trató de convencerlos de dar marcha atrás. Según uno de ellos, la respuesta recibida fue la siguiente: «que ellos no eran Esclavos, que les diesen sus ajustes y parte del Millón [de pesos de premio decretado por el Perú], como así mismo los sueldos que se les debían, que ellos iban a hacer este reclamo legítimo ante S. E. el Livtr, que se volviese ynmedte pues de lo contrario les darían la muerte, la que sentirían pr que lo querían bastante». Otro testigo refiere más o menos lo mismo, pero las palabras del tercero indican que la política también jugó un papel importante en la deserción colectiva. Los soldados habrían agregado, en efecto, «que no querían estar sujetos a las ordenes de un Govno vitalicio despota»39Declaraciones del Capitán Francisco Segovia, del ayudante mayor Sabas Ayala y del capitán Anastasio Rendón, La Paz, 20 y 25 de enero de 1827, ABNB, Braun 8, ff. 10-11v, 12v-13v y 18..

2.ª insurrección: Lima, enero de 1827

 

Según O’Leary, el áspero carácter del general Córdova lo hacía odioso entre sus oficiales, que habían meditado desertar para ofrecer sus servicios al Gobierno de Buenos Aires en la guerra contra el Imperio del Brasil. Descubierto el plan, algunos de los comprometidos fueron remitidos a Lima, donde difundieron el espíritu de insubordinación que fructificó con el levantamiento de la tercera división40 O’Leary, 1969: 25-26.. La documentación oficial acerca de ella subraya la gran capacidad disruptiva de las tropas auxiliares. El ministro de Relaciones Exteriores del Perú, Manuel Vidaurre, al dar cuenta de lo sucedido al gabinete bogotano, recalcaba la impotencia de su Gobierno, que carecía de «fuerza nacional» y no tenía a su disposición ninguna otra guarnición en la ciudad. Descartada la posibilidad de reprimir el movimiento, las autoridades debieron ceder a las demandas formuladas por los líderes de las tropas auxiliares e incurrir en «gastos inmensos». Nada raro entonces que aconsejara prudencia: desaprobar la conducta de esos militares levantiscos o exasperarlos podía impulsarlos a «turbar la tranquilidad de esa o de esta República»41Manuel de Vidaurre al secretario de Relaciones Exteriores de Colombia, Lima, 29 y 31 de enero de 1827, AGN, MRE, LT2, t. 413 ff. 77 y 78.. El encargado de negocios de Colombia en Lima, Cristóbal Armero, compartía esta inquietud y pensaba también que era preciso tratar con mucho tiento a las tropas auxiliares. De hecho, cuando el 31 de enero de 1827 se entrevistó con el nuevo comandante de la división, indagó cuál sería el general que este y sus hombres recibirían con mayor gusto42Carta de Armero al secretario de Relaciones Exteriores de Colombia, Lima, 5 de febrero de 1827, AGN, MRE, LT2, t. 427, ff. 98-99.. Sin embargo, grande fue la inconformidad del diplomático al conocer la autorización librada por el Gobierno del Perú para que los militares se embarcaran con destino a Guayaquil sin que aquella decisión fuera consultada con Bogotá y sin permitir el envío de avisos oportunos. Según indicaba Armero, en ese departamento, así como en los de Ecuador y Azuay se habían presentado poco tiempo antes «pequeños trastornos políticos que con la repentina internación de las tropas podrían renovarse y producir consecuencias muy funestas a la nación». Por eso, lo más conveniente habría sido dirigirlas al Istmo de Panamá43Carta de Armero al ministro de Relaciones Exteriores del Perú, Lima, 13 de marzo, y a Restrepo, Lima, 16 de marzo, AGN, MRE, LT2, t. 427 ff. 104 y 102-103, respectivamente..

Los despachos diplomáticos del Perú también criticaron la permanencia de las tropas auxiliares tras la conclusión de la guerra contra España, así como su anómala situación: puesto que no dependían propiamente de ningún gobierno ni en lo político ni en lo militar, su sosiego era imposible44Carta de Vidaurre al secretario de Relaciones Exteriores de Colombia, 17 de marzo de 1826, AGN, MRE, LT2, t. 413, f. 82.. Pero, ¿cómo explicar tan prolongada y extemporánea residencia? Esta no obedecía únicamente a proyectos geopolíticos o a ambiciones desmedidas, sino sobre todo a razones fiscales. El Gobierno de Colombia no tenía cómo sustentar aquellos cuerpos, de modo que hasta el último minuto buscó que lo hiciera su vecino meridional y, en su defecto, Bolivia. José Manuel Restrepo, encargado provisionalmente de la cartera de Relaciones Exteriores cuando se produjo el levantamiento de la tercera división, instruyó sobre el particular al agente de la República en Lima:

El gobierno celebraría infinito que U. consiguiese que todavía permaneciese en el Perú alguna parte del Egército, pues su traslación á Colombia embarazaría mucho nuestros negocios fiscales; el gobierno, cuando más, necesita actualmente de dos batallones de infantería, pero U. debe portarse en esto con tanta discreción y cordura que no se entienda que mi gobierno quiere dejar allá sus tropas porque le embarazan aquí ahora, sino por señal de amistad, porque pueden ser necesarias en el Perú ahora mas que nunca que se está haciendo un cambio político, en cuyas circunstancias es posible aun que se levanten facciones godas45Carta de Restrepo a Armero, Bogotá, 21 de marzo de 1827 (en la que aparece la renovación de las instrucciones sobre prolongar residencia de tropas auxiliares en Perú o Bolivia el 8 de mayo del mismo año), AGN, MRE, LT2, t. 419, ff. 53-54 y 58-59..

3.ª insurrección: La Paz, diciembre de 1827

 

Tras la insurrección de la tercera división en Lima, el general Miguel Figueredo tomó la decisión de desplazarse con la primera desde Arequipa hacia Bolivia: no se negaba a restituirse a Colombia, pero quería hacerlo «de un modo honroso a sus armas, y no inicuo, como lo intentaban hacer las autoridads del Peru»46Carta de Figueredo a Revenga, La Paz, 19 de octubre de 1827, Archivo Histórico Restrepo, Bogotá (AHR), Fondo I, vol. 17, f. 232.. El traslado no desactivó el explosivo coctel que amenazaba la obediencia de los cuerpos, sino que lo hizo aún más peligroso por la acumulación de otros motivos de inconformidad. Estando en Tarija en fecha indeterminada del año 1827, el coronel Burdett O’Connor recibió la visita de cuatro desertores del Voltígeros, cuerpo entonces acantonado en Potosí. Aquellos hombres alegaron como razón de su conducta el mal trato que se les daba y el abuso que se cometía con los vencedores de Ayacucho, a los que se mantenía encerrados en un cuartel como reclutas, mientras los jefes y oficiales pasaban el día jugándose los ajustes y gratificaciones47 Burdett O’Connor, s. f.: 235-238..

Según se sabe, el estado de los cuerpos auxiliares distaba de ser brillante antes de la batalla de Ayacucho. Durante aquella breve campaña, que tuvo por escenario paisajes desarbolados, el fuego para cocinar se hizo casi sin excepción acopiando el cagajón de las bestias y céspedes secos48José María Córdova, “Narración breve de la campaña de Ayacucho”, en Moreno de Ángel, 1974, t. 2: 138-142.. Además, los sueldos de los auxiliares acusaban atraso y su equipamiento era tan rudimentario que muchos carecían de manta y se cobijaban con su capote. La sobriedad de los uniformes era extrema, de modo que a la distancia semejaba «un ejército de frailes». La sola distinción de jefes y oficiales eran las presillas y el sombrero elástico; los galones eran raros, nadie llevaba bandas, bordados ni penachos; los únicos que portaban charreteras eran los generales. Entre tanto, el ejército realista parecía «altar de Córpus campesino, que todo era allí colorines i refulgentes visos de oro i plata». Dicho de otro modo, contrastaban ambos campos «como el persa con el griego, como el boato monárquico en frente de una república no dejenerada»49 López, 1878: 148-149.. Aunque, posteriormente, la victoria y el fin de la guerra mejoraron la condición de las tropas auxiliares, persistió el problema del pago de los premios y de los salarios atrasados. Según el ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia, los colombianos habían sido remunerados con puntualidad por su Gobierno. No obstante, los ajustes y gratificaciones correspondientes a 1823 y 1824 estaban supeditados al cumplimiento de un incierto convenio suscrito con un plenipotenciario del Perú. Por lo tanto, no solo estaban en ascuas el batallón Pichincha y el Escuadrón de Húsares, cuyos pagos dependían, según el acuerdo, de las cajas de Lima, sino también el batallón Bogotá y el Escuadrón de Granaderos, ya que las autoridades bolivianas no se decidían a efectuar dichos pagos, ignorando si el arreglo sería cumplido por la contraparte. El problema se veía agravado por el demérito de los vales con que se pretendió en determinado momento saldar la deuda: el general de brigada Miguel Figueredo, comandante de las tropas auxiliares, recibió trescientos mil pesos en aquellos papeles «cargados al sesenta [por ciento], según la ley», pero los retuvo en su poder al enterarse de que corrían en el mercado con un demérito del 5 % extra. En tales circunstancias fue cuando se conoció, a finales de septiembre de 1827, la decisión de Sucre de acelerar la partida de los «libertadores», prometiendo que un empréstito sería negociado con el comercio de Buenos Aires para cancelar ulteriormente los ajustes y gratificaciones. Cuando Figueredo resistió la orden, se le indicó que no se abonarían nuevamente los sueldos hasta que pusiera a sus hombres en los puertos desde donde debían embarcarse. Había igualmente quejas, aparentemente fundadas, en punto a vestuarios, pues si el Gobierno de Bolivia estimaba haber destinado partidas suficientes para satisfacer dichos rubros, reconocía que el equipamiento faltaba por mala administración y por quebrantos en la policía de los cuerpos.

La compleja situación económica descrita generaba un gran descontento que precipitó el levantamiento de La Paz en el mes de diciembre de 182750El expediente sobre la insurrección de diciembre de 1827 se encuentra en AGN, MG, t. 62, ff. 540-557. Ver también sobre ajustes y gratificaciones pendientes, Carta de Figueredo a Infante, La Paz, 11 de enero y Carta de este a aquel, 11 y 14 de enero de 1828, AGN, MG, t. 62, ff. 576-577, 575 y 573. La penuria de uniformes es confirmada por otras fuentes: Carta de Infante a Braun, La Paz, 12 de marzo de 1828 y Carta de Manuel Toro al mismo, Chuquisaca, 12 de abril de 1828, ABNB, Braun 27 y Braun 36, respectivamente. . De hecho, esa noche, después del arresto de los jefes y oficiales, el comandante del Pichincha, Francisco Satizábal, habría dicho a los soldados «que ya estaban hartos de proclamas; que sus bolsillos estaban llenos de arengas y vacíos de plata, y que, si le acompañaban, él cobraría sueldos y gratificaciones y tendrían dinero»51Cargos qe resultan contra el sor. Jral Migl Figueredo de los informs qe pasó el ministro de relacs esteriors de Bolivia al de la Guerra de Colombia en las fhas que se espresarán, AGN, MG, t. 62, f. 569.. En suma, el levantamiento de La Paz muestra que, en general, se confabulaban contra las gratificaciones y ajustes de los soldados colombianos los desacuerdos fiscales de tres Repúblicas, la turbulenta política del subcontinente, la pobreza del erario boliviano y la cicatería de los altos oficiales. Pero, sin restar importancia a estas razones, el motín ocurrido en La Paz desvela ciertos móviles que pasó por alto la muy politizada prensa de Perú y Colombia, y los no menos apasionados memorialistas e historiadores de este último país y de Bolivia. La documentación publicada por el órgano oficial del gobierno de Chuquisaca confirma que los hombres del batallón Voltígeros se insurreccionaron (aupados aparentemente por los agentes encubiertos de los peruanos) con un propósito claro: exigir lo que se les adeudaba. Por eso mismo saquearon las cajas de la ciudad, accediendo a retirarse a las tres de la tarde, cuando se les entregaron veinte mil pesos reunidos por vecinos pudientes a cuenta de sus ajustes y gratificaciones. Sin embargo, el periódico boliviano indica también que el móvil pecuniario no explicaba por sí solo la rebelión. Un «sujeto respetable», testigo de los hechos, afirmó por vía epistolar haber escuchado quejas reiterativas de los soldados contra sus jefes y oficiales, a los que se acusaba de pagar la sangre vertida «en lejanas tierras con la miseria y el látigo». Este resentimiento debe ser tomado en cuenta, pues tal como había acontecido en Lima a principios del año con dos generales y tres coroneles, los amotinados de La Paz apresaron a sus propios oficiales y los reemplazaron con sargentos, cabos y soldados que recibieron nuevos rangos, confiriéndose el de general al que obtuvo la comandancia52¡¡¡Viva Bolivia!!!!! Triunfo de la Buena causa, Suplemento de El Condor de Bolivia, 108, 31/12/1827. La carta citada del «sujeto respetable» y las alusiones a los agentes peruanos disfrazados con trajes rústicos figuran en El Cóndor de Bolivia, 109, 3/1/1828.. Consciente del papel trascendental que cupo a dichos cabos y sargentos, el Gobierno de Bolivia ordenó que salieran del país todos los comprometidos con el amotinamiento, como que dichas «clases» eran muy peligrosas «pr que su impunidad es un aliciente para los facciosos»53Carta de Infante a Figueredo, La Paz, 10 de enero de 1828, AGN, MG, t. 62, ff. 572 v.-573.. Así mismo, la documentación publicada en la gaceta oficial del Gobierno boliviano indica que el alzamiento se distinguió por su moderación: los soldados «echaron sus tragos largos, pero llevando sus reales en la mano». No hubo saqueos ni pillaje, y la disciplina reinó en el repliegue hacia el Perú: los Voltígeros «sin jefes ni oficiales y mandados por un simple soldado», hicieron «maniobras asombrosas y por más de tres leguas se han retirado haciendo fuego y resistiendo los ataques que les daban» otros cuerpos colombianos, en asocio con los recientemente creados con bolivianos54“Carta escrita de la Paz, por un sujeto de respetabilidad, á otro de esta ciudad”, El Cóndor de Bolivia, 112, 24/1/1828..

Es este otro rasgo relevante: las tropas colombianas presentes en el Alto Perú no reaccionaron de manera uniforme: mientras ciertos cuerpos se insubordinaron, otros auxiliaron al Gobierno para aplastar a sus antiguos compañeros. La desconfianza y el encono alcanzaban, de hecho, las más altas esferas. Consta así que el presidente Sucre sospechaba visiblemente del general Figueredo, jefe de la división auxiliar, a quien suponía cómplice del levantamiento de La Paz. Por eso quiso apresurar su partida, estando incluso dispuesto a remitirlo preso a Guayaquil por permanecer en Bolivia en contra de sus órdenes55Cargos qe resultan contra el sor. Jral Migl Figueredo…, Carta de Facundo Infante al secretario de Guerra de Colombia, La Paz, 12 de marzo de 1828, AGN, MG, t. 62, ff. 569-570 y 571.. Figueredo, que antes de la insubordinación había cambiado los mandos del batallón Pichincha designados por el presidente de Bolivia, respondió a las urgencias de este con dilaciones y desacatos, descuidando también la disciplina de las tropas, que decayó sin que aplicara correctivos56Carta de Facundo Infante al secretario de Guerra de la República de Colombia, La Paz, 12 de marzo de 1828, AGN, MG, t. 62, ff. 563-564.. Sucre lo separó del mando de la división, dejando en sus manos únicamente el embarque y transporte del batallón Bogotá57Carta de Infante a Braun, La Paz, 12 de marzo de 1828, ABNB, Braun 28..

CUERPOS AGUERRIDOS, POLITIZADOS E IMPOPULARES

 

Las sublevaciones de las tropas auxiliares se explican entonces por la concurrencia de múltiples factores de desigual incidencia. Según se ha visto, eran reiteradas las quejas en cuanto a la disciplina rigurosa y las pagas, ajustes y premios insatisfechos. Las fuentes señalan también las promociones arbitrarias. Sin embargo, todos estos factores existían de tiempo atrás y eran, de alguna manera, consustanciales a la guerra misma. Por eso cabe distinguirlos de otros de naturaleza coyuntural, como la inactividad de los soldados y sus ansias justificadas de retorno a Colombia. Estos nuevos motivos de descontento se produjeron en un contexto político explosivo en el que se formularon proyectos poco ortodoxos desde el punto de vista republicano. ¿Qué tan amargos resultaron ellos para los soldados y oficiales presentes en Perú y Bolivia?

Las tropas auxiliares componían cuerpos muy experimentados, cuyos soldados se habían distinguido en una década de campañas. El caso del batallón Rifles, que participó en la insurrección de la tercera división en Lima, sirve de ejemplo. Nació en Guayana en 1818, combatió a Pablo Morillo en Apure, tomó parte en la campaña de la Nueva Granada en 1819, actuó en las provincias de Cartagena y Santa Marta en 1820, en Venezuela al año siguiente y en Quito en 1822, antes de destacarse en Junín y Ayacucho58 “Ejército del Sur”, Gaceta de Cartagena de Colombia, Cartagena, 1, 16/2/1822.. Algo semejante podría decirse del batallón Bogotá, de los Granaderos, del Caracas, del Pichincha… aun del Voltígeros, que comenzó su existencia en el seno del ejército realista neogranadino con el nombre de Numancia59Sobre la historia de estos cuerpos, Cortés Vargas, 1945, t. 1: 117-125 y t. 2: 239-283.. Algunos de los miembros de este cuerpo eran patriotas de muy larga data, como José Bustamante, que sirvió en las tropas de las Provincias Unidas de Nueva Granada en 1813 e hizo la campaña de Venezuela al año siguiente, donde fue hecho prisionero. Se le condenó entonces a servir en el ejército real y con él pasó al Perú, siendo uno de los líderes de la famosa defección que llevó al Numancia a engrosar las filas de San Martín en diciembre de 182060 Rodríguez Plata, 1976..

¿Qué representó la dilatada inactividad que inauguró la batalla de Ayacucho? ¿Cuánta inconformidad no produjo? El general José María Córdova se quejó repetidamente en su correspondencia del tedio en el que quedaron sumidos aquellos cuerpos tras años de aventuras y refriegas. Por eso anhelaba, en varias de sus cartas, el cese de la pasiva guarnición a que habían sido expuestos y formulaba el deseo de tomar parte de nuevo en una guerra, ya contra el Brasil o Paraguay, ya contra España: defensiva, en las costas de Venezuela, u ofensiva en Cuba y Puerto Rico61Ver cartas de 11 y 25 de octubre y 3 de diciembre de 1825, 20 de febrero, 10 y 12 de mayo, 3 y 6 de julio de 1826, etc., en Moreno de Ángel, 1974, t. 2: 159-165, 171-172, 180-182, 185-186 y 189-192..

¿Cuál fue el impacto, en esa tropa veterana y comprometida con la causa, de las interminables y lujosas ceremonias ofrendadas por los altoperuanos a la alta oficialidad, de los regalos lujosos, de las repetidas guirnaldas de oro, las monedas con los bustos de Bolívar y Sucre62Decreto del Congreso General de la República Boliviana, Chuquisaca, 10 de julio de 1826, en Lecuna, 1924, t. 2: 206-207. y, más que nada, de los proyectos vitalicios? Una pista interesante la ofrecen quienes juzgaron que la «desmoralización» de las tropas colombianas se acentuó después de que «aplaudieran los papeles oficiales de Colombia la perfidia de [Domingo López] Matute i la insurrección de Bustamante»63Carta de Facundo Infante al secretario de Relaciones Exteriores de Colombia, Chuquisaca, 19 de agosto de 1827 y Paz de Ayacucho, 14 de enero de 1828, Gaceta de Colombia, 317, 11/11/1827 y AGN, MG, t. 62, ff. 553-557. . Ello pone de relieve una lectura apasionada de la prensa bogotana en los cuarteles de la capital del Perú y en Bolivia. De hecho, el acta de pronunciamiento de la tercera división invocó expresamente la preocupación que generaron los documentos publicados por la Gaceta de Colombia a propósito del levantamiento de José Antonio Páez en Venezuela y de las actas que expidieron las municipalidades de la República64El acta (26 de enero de 1827) fue publicada por la Gaceta Estraordinaria, 11/3/1827.. Posteriormente, los oficiales comprometidos con el alzamiento escribieron al vicepresidente Santander indicándole la impresión que les había producido la lectura de La Bandera tricolor, periódico que combatía desde Bogotá los proyectos monocráticos65Carta de Santander al Dr. Rufino Cuervo, Bogotá, 15 de marzo de 1827, en Cuervo, 1918, t. 1: 32-33.. Por eso, el órgano oficial del Gobierno colombiano invocó en favor de los militares amotinados de la tercera división circunstancias atenuantes, indicando que en Lima conocieron el alzamiento de Cochabamba. Con ello se refería no solo al escrito con que Matute había justificado la deserción «porque sus sacrificios por la libertad habían tenido por suceso la constitucion de Bolivia con poderes vitalicios y hereditarios», sino también a «los papeles de otros estados del Sur declamando enérgicamente contra cuanto les parecía que podía derribar el trono de la libertad»66“Sobre los sucesos del Perú”, Gaceta de Colombia, 284, 25/3/1827.. En su correspondencia, el general Córdova confirma la influencia de la prensa bogotana y fustiga la imprudencia de dos altos oficiales muy cercanos a Bolívar que sostuvieron públicamente en Guayaquil y Quito que «don Simón se coronar[í]a»67Carta de Córdova a Bolívar, Quito, 19 de mayo de 1827, en Moreno de Ángel, 1974, t. 2: 232-237..

El desenlace de la insurrección de Cochabamba en noviembre de 1826 ha contribuido a soslayar el componente político de los movimientos de cuartel que analiza este artículo. En efecto, Matute y sus hombres pasaron a Salta, provincia que formaba parte de la confederación rioplatense. Allí se pusieron al servicio del general Juan Antonio Álvarez de Arenales, que como aliado de Bernardino Rivadavia estaba empeñado en la consolidación de un gobierno unitario y pretendía doblegar a los jefes federales de La Rioja, Santiago del Estero y Catamarca. No obstante, el cuerpo cambió de bando y jugó un papel protagónico en el derrocamiento de su antiguo protector, que se exilió en Bolivia. Posteriormente, Matute quiso traicionar también a sus nuevos patrones, pero fue sentenciado a muerte68 López, 1893, t. X: 174-192. Di Pasquale, 2009: 209-231. Castillo Lara, 1996.. Este caso fue convertido por los defensores de la autoridad de Bolívar y Sucre en la prueba de que los soldados y oficiales levantiscos de las tropas auxiliares en ambos Perú no eran más que mercenarios inescrupulosos. Este análisis simplista olvida las difíciles circunstancias de aquellos soldados desertores, atrapados en tierras remotas, sin esperanza de regresar a Colombia o de retomar su servicio en Bolivia. Así mismo, constituye una extrapolación abusiva, pues da por sentado que, tanto en esa como en las demás ocasiones, todos los soldados y oficiales insurrectos eran facinerosos carentes de principios. Es cierto que esa hipótesis sobre la labilidad militar halla aparente confirmación en el comportamiento de los insurrectos de la tercera división en el sur de Colombia, a cuyos jefes se atribuyó un interés venal por desgajar el departamento de Guayaquil e incorporarlo al Perú69Por ejemplo, Movimiento en Cuenca de la parte de la 3a División que conducía el Ir comandante José Bustamante, con varios documentos importantes que unidos à los que se han impreso, y à los que se vayan publicando, pueden ilustrar las dudas que se tengan de las miras hostiles de aquellos que Capitaneaban la invasión al Súr de la República, Quito, Imprenta de los Cuatro Amigos del País por F. A. Córdova, 1827. . Cabe anotar, en todo caso, que quienes graduaron de traidores a los líderes del levantamiento de la tercera división, afirmaron también que los soldados comprometidos obraron de buena fe en defensa de las instituciones republicanas y que cuando sospecharon de la probidad de sus mandos procedieron a arrestarlos en Cuenca70Carta de Córdova a Bolívar, Quito, 19 de mayo de 1827, en Moreno de Ángel, 1974, t. 2: 232-237. Por su parte, José Manuel Restrepo escribió en su diario a propósito de las insurrecciones de Cochabamba y Lima: «Soldados republicanos que han combatido 17 años por la libertad es probable que no quieran darse un jefe vitalicio», Restrepo, 1954, t. 1: 327 (anotación correspondiente al 9 de marzo de 1827).. Los círculos liberales bogotanos juzgaron de modo radicalmente distinto los acontecimientos: las miras de la tercera división de «sostener las instituciones (…) rechazando en caso necesario la fuerza con la fuerza» eran «pronunciadas é inequívocas» y solo se frustraron por la inexperiencia de sus comandantes, por las calumnias secesionistas que propalaron los generales partidarios de Bolívar y por la indecisión del vicepresidente Santander71 Vargas Tejada, 1978: 51-55..

Otro indicio valioso para comprender las sublevaciones de las tropas auxiliares se refiere a su impopularidad entre la masa del pueblo de Perú y Bolivia. El general Miguel Figueredo había indicado al Gobierno de Colombia que las tropas de su mando eran miradas como «instrumentos de opresión» y por ello, a mediados de 1827, instó a que se facilitase su pronta repatriación72Carta de Miguel Figueredo al secretario de Guerra de Colombia, Cuartel General de La Paz, 31 de julio de 1827, AHR, Fondo I, vol. 17, f. 226.. Facundo Infante aseveró a comienzos del año siguiente que la impunidad con que se trataba a los desertores del batallón Bogotá acrecentaba su inmoralidad, producía «asesinatos á los paisanos del campo» y generaba harto desagrado en los habitantes. Por lo tanto, mandó que, en adelante, los soldados incursos en aquella falta recibieran castigos ejemplares, haciéndoles dar «por lo menos trescientos palos», y ordenó que se tratara aún con mayor rigor con los cabos y sargentos fugitivos73Carta de Infante a Braun, La Paz, 9 de febrero de 1828, ABNB, Braun 23.. Si bien al realizar indagaciones acerca de los motines militares medio siglo más tarde, Gabriel René Moreno concluyó que no existió ningún «movimiento general de opinión interior contra la política representada por Sucre en Bolivia», sus fuentes orales y escritas se refieren al descontento que generaba entre la plebe el oneroso sostenimiento de los «mulatos colombianos» y la oposición de «buena parte» de los estudiantes a la Constitución imperante74 René Moreno, 1877. Lo confirman, en lo relativo a los «cholos», la “Undécima carta del Chuquisaqueño á un amigo suyo residente en la Paz”, “Cinco días de anarquía en Chuquisaca” y “El Condor”, El Cóndor de Bolivia, 125 y 126, 24/4 y 1/5 de 1828.. Precisamente, los periódicos y el Gobierno de Lima, así como los voceros de la expedición de Gamarra en 1828, insistieron en el aborrecimiento con que el pueblo de Perú y el de Bolivia miraban la dominación colombiana y las instituciones vitalicias.

CONCLUSIONES

 

En el Alto Perú, donde concluyó la guerra de independencia suramericana, chocaron los intereses de Colombia, Perú, Bolivia, Chile y el Río de la Plata. En el preciso momento en que Bolívar y sus más cercanos colaboradores promovían la confederación de las tres primeras Repúblicas a través de la adopción en cada una de ellas de la presidencia vitalicia, las tropas que apuntalaban la autoridad del famoso Libertador y de Antonio José de Sucre se insurreccionaron en Lima, Cochabamba, La Paz y Chuquisaca. La trascendencia histórica de estos cuatro movimientos de cuartel es innegable, tanto porque involucraron a la tercera parte de las fuerzas armadas de Colombia75Según Restrepo, en 1827 el ejército de Colombia estaba compuesto por «poco más de diez mil hombres, sin contar dos mil que estaban en Bolivia», Restrepo, 1858, t. 4: 59. Para el total de los efectivos comprometidos en los pronunciamientos de ambos Perú, ver tabla 1. como porque desestructuraron un ejército de ocupación que tenía en vilo al subcontinente y que era el más eficaz instrumento de presión con que contaban los promotores de los proyectos monocráticos.

¿Por qué se produjeron aquellas insurrecciones? En el caldeado ambiente generado por la irrupción de la Constitución Boliviana como ordenamiento modelo para las nuevas Repúblicas suramericanas, los levantamientos de las tropas auxiliares han sido entendidos de manera contrastada como actuaciones eminentemente políticas o como fruto ramplón de la seducción y la venalidad. Así, en Lima y en Buenos Aires, tanto como entre los republicanos quisquillosos de Colombia, los pronunciamientos se leyeron como un triunfo de los sanos principios contra la amenaza pretoriana. Por su parte, las autoridades de Bolivia y la facción «servil» que se hizo con el Gobierno de Bogotá tras la caída de Santander, los analizaron como un complot maquinado principalmente por los peruanos.

¿Cómo comprender hoy en día la insubordinación de las tropas auxiliares en el Perú y Bolivia? El análisis de la documentación reunida para esta investigación indica que existió una acumulación explosiva de factores de muy diversa naturaleza: enrarecimiento del ambiente en los cuarteles por polémicas en torno al republicanismo, intrigas de los gobiernos de Lima y Buenos Aires, resentimiento de la población local con las tropas auxiliares y malestar de los soldados y oficiales colombianos por inactividad, discriminación, sueldos atrasados, premios incumplidos, rigores disciplinarios y una interminable expatriación.

Con todo, a partir de 1826 la promoción de los proyectos monocráticos en Suramérica modificó esencialmente la lectura que podían tener muchos oficiales y soldados de las divisiones colombianas a propósito de sus penalidades habituales. En otras palabras, la persistente pobreza y el atraso de los sueldos y recompensas, los maltratos y el boato de los superiores, las injusticias identificadas en el sistema de ascensos y la interminable residencia en el exterior tras el fin de la guerra empezaron a entenderse como inconsistencias republicanas intolerables. Todo ello condujo a una recepción alarmada de las noticias comunicadas a través del rumor o de la prensa y facilitó el trabajo de los intrigantes de todo pelaje.

¿Qué nos dicen estos episodios acerca del dilatado proceso revolucionario que sacudió a la América española a partir de 1810? ¿Cómo entenderlos en el marco del renovado panorama historiográfico que ha transformado nuestra comprensión de los actores populares y de los ejércitos? En primer lugar, los cuatro movimientos de cuartel en que participaron las tropas auxiliares colombianas en Perú y Bolivia se produjeron en un contexto marcado por el altísimo nivel de militarización de las sociedades suramericanas como consecuencia de la pugna independentista. Ellos son también un ejemplo elocuente de las grandes dificultades con que tropezaron las nacientes Repúblicas a la hora de desmovilizar los gravosos ejércitos libertadores, así como del papel desestabilizador que estos jugaron en el subcontinente con posterioridad a Ayacucho76Rabinovich, 2022: 139-182..

En segundo lugar, este texto ha mostrado que las sublevaciones sucesivas de las tropas auxiliares solo son inteligibles en un marco de análisis que integre toda la América del Sur, porque en Bolivia confluyeron violentamente los intereses y los proyectos incompatibles de todas las nuevas Repúblicas, y aun los del Brasil. Así, los soldados y oficiales colombianos se hallaron inmersos en una verdadera tempestad de carácter internacional, que puso a prueba la disciplina castrense, la estabilidad del victorioso Ejército libertador, el prestigio de los máximos líderes de la guerra contra España y la institucionalidad de su propio país. Tironeados tan diversamente, mal podían reaccionar de manera uniforme. Sin embargo, es preciso dar realce a los móviles políticos que, de acuerdo con las fuentes, permearon todas las insurrecciones. Si, como se ha visto, muchos de los aguerridos veteranos de las tres divisiones colombianas vieron con disgusto la presidencia vitalicia y se negaron a prestarle su concurso, es claro que los levantamientos de Cochabamba, Lima, La Paz y Chuquisaca no caben en el molde estrecho de la «acción criminal» ni pueden entenderse tampoco como un mero derivado de la «lucha entre facciones elitistas»77Retomo los términos planteados por Fradkin, 2006, en su ejemplar estudio.. La deserción de Matute y sus hombres y su posterior participación en las luchas faccionales del Río de la Plata, el retorno a Colombia de la tercera división y su polémico comportamiento en defensa de la vapuleada Constitución de 1821, los admirados pero inconducentes movimientos tácticos de Voltígeros en las inmediaciones de La Paz o la adhesión de los granaderos del Pichincha a Gamarra, todos esos acontecimientos, más allá de su aparente divergencia, traducen un malestar profundo a propósito del desenvolvimiento de la política tras la derrota definitiva de los ejércitos del rey de España y también con respecto a la función que cabía a los militares en aquellas circunstancias.

NOTAS

 
1

Carta de José María Córdova a Sinforoso García, La Paz, 23 de febrero de 1825, en Moreno de Ángel, 1974, t. 2: 147-148Moreno de Ángel, Pilar (comp.), Correspondencia y documentos del General José María Córdova, Bogotá, Editorial Kelly, 1974, t. 2..

2

Urcullu, 1855: 127-164Urcullu, Manuel María, Apuntes para la revolución del Alto-Perú, hoi Bolivia, Sucre, Imprenta de López, 1855.. René Moreno, s. f.René-Moreno, Gabriel, Ayacucho en Buenos Aires y Prevaricación de Rivadavia, Madrid, Editorial América, s. f. Arnade, 1957: 161-205Arnade, Charles W., The Emergence of the Republic of Bolivia, Gainesville, University of Florida Press, 1957.. Millington, 1996: 99-125Millington, Thomas, Colombia’s Military and Brazil’s Monarchy. Undermining the Republican Foundations of South American Independence, Westport / Londres, Greenwood Press, 1996..

3

El Gobierno de Bogotá autorizó al de Bolivia para que se valiera de sus ministros y agentes en las naciones extranjeras con el propósito de entablar sus primeras relaciones. Ello sucedió, cuando menos, con Cristóbal Armero en Lima, Leandro Palacios en Río de Janeiro y Gregorio Funes en Buenos Aires: El Cóndor de Bolivia, Chuquisaca, 110, 123 y 128, 10/1, 10/4 y 8/5 de 1828. Funes se enteró de su nombramiento por carta de 22 de junio de 1827: Carta de Funes a Sucre, Buenos Aires, 26 de septiembre de 1827, en O’Leary, 1880, t. XI: 238-241O’Leary, Daniel Florencio, Memorias del general O’Leary, Caracas, Imprenta de la “Gaceta Oficial”, 1880, t. XI..

4

Paz Soldán, 1874, t. 2: 70-82Paz Soldán, Mariano Felipe, Historia del Perú independiente. Segundo período, 1822-1827, El Havre, A. Lemale Aîné, 1874, t. 2..

5

Sobre los temores de Chile y la indecisión del Gobierno de Buenos Aires, que cortejaba a Colombia y Bolivia por la guerra cisplatina, pero temía la ambición de Bolívar y el militarismo colombiano, Seckinger, 1976: 241-267Seckinger, Ron L., “South American Power Politics during the 1820’s”, The Hispanic American Review, LVI/2 (Durham, 1976): 241-267.. Millington, 1996: 125-146Millington, Thomas, Colombia’s Military and Brazil’s Monarchy. Undermining the Republican Foundations of South American Independence, Westport / Londres, Greenwood Press, 1996..

6

Esta expresión, usual en la época independentista en Suramérica, alude al Alto Perú (posteriormente Bolivia) y al Bajo Perú (que se convirtió en la República del Perú).

7

Restrepo, 1858, t. 3: 521-537, 546-552 y t. 4: 7-43, 72-77 y 127-139 Restrepo, José Manuel, Historia de la revolución de la República de Colombia en la América Meridional, Besanzón, José Jacquin, 1858, t. 3 y 4.. González, 1971: 101-107González, Florentino, Memorias, Medellín, Bedout, 1971.. Paz Soldán, 1874Paz Soldán, Mariano Felipe, Historia del Perú independiente. Segundo período, 1822-1827, El Havre, A. Lemale Aîné, 1874, t. 2. y 1929: 43-84Paz Soldán, Mariano Felipe, Historia del Perú independiente. Tercer período, 1827-1833, Lima, Librería e Imprenta Gil, 1929.. Rey de Castro, 1883Rey de Castro, José María, Recuerdos del tiempo heroico. Pájinas de la vida militar i política del Gran Mariscal de Ayacucho, Guayaquil, Imprenta de Calvo i Compañía, 1883..

8

“Undécima carta del Chuquisaqueño á un amigo suyo residente en la Paz”, El Cóndor de Bolivia, 125, 24/4/1828.

9

Paz Soldán, 1929: 32-33Paz Soldán, Mariano Felipe, Historia del Perú independiente. Tercer período, 1827-1833, Lima, Librería e Imprenta Gil, 1929..

10

Carta de Facundo Infante al secretario de Guerra de la República de Colombia, La Paz, 12 de marzo de 1828, Archivo General de la Nación-Colombia, Bogotá (AGN), Miscelánea General (MG), t. 62, ff. 563-564.

11

Castillo Lara, 1996: 3-13Castillo Lara, Lucas Guillermo, “Capitán Domingo López Matute: aventuras de un llanero guariqueño de la independencia en las luchas civiles argentinas”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, 79/314 (Caracas, abril-junio de 1996): 3-13.. “«Revoltosos»” y oficio de Francisco López al ministro del interior (Sopachuy, 4 de mayo)”, El Cóndor de Bolivia, 122, 3/4/1828.

12

Basadre, 1983, t. 1: 127Basadre Grohmann, Jorge, Historia de la República del Perú, Lima, Editorial Universitaria, 1983, t. 1.. Y, sobre todo, Rodríguez Plata, 1976: 3-31Rodríguez Plata, Horacio, “José María Bustamante (Colombiano, Prócer de la Independencia y General del Perú)”, Boletín de Historia y Antigüedades, 713 (Bogotá, mayo-junio de 1976)..

13

Ver, por ejemplo, Cartas de Francisco Soto, Juan de Dios Aranzazu, Santander y Vicente Azuero al Dr. Rufino Cuervo de comienzos de 1827, en Cuervo, 1918, t. 1: 33-39 y 42-43Cuervo, Luis Augusto (comp.), Epistolario del doctor Rufino Cuervo, Bogotá, Imprenta Nacional, 1918, t. 1..

14

Restrepo, 1858, t. 4: 18-19Restrepo, José Manuel, Historia de la revolución de la República de Colombia en la América Meridional, Besanzón, José Jacquin, 1858, t. 3 y 4.. Posada Gutiérrez, 1865, t. 1: 46-47Posada Gutiérrez, Joaquín, Memorias histórico-políticas, Bogotá, Imprenta a cargo de Foción Montilla, 1865, t. 1..

15

Sobre el primer momento: Gaceta estraordinaria [de Colombia], Bogotá, 11/3/1827 y, antes que nada, “Sobre los sucesos del Perú”, Gaceta de Colombia, Bogotá, 284, 25/3/1827 y Gaceta estraordinaria, 23/5/1827. A propósito del segundo momento, “Fé púnica”, Gaceta de Colombia, 334, 9/3/1828.

16

Restrepo, 1858, t. 4: 9-43, 49-50, 72-77 y 127-133 Restrepo, José Manuel, Historia de la revolución de la República de Colombia en la América Meridional, Besanzón, José Jacquin, 1858, t. 3 y 4.. Joaquín Posada Gutiérrez sigue la línea trazada por Restrepo: en su concepto, las insurrecciones de las tropas auxiliares fueron protegidas por los peruanos con propósitos siniestros. Al abordar el caso de la tercera división, Posada Gutiérrez juzga con dureza a los jefes del pronunciamiento, a los que acusa de haberse vendido al Gobierno de Lima para desmembrar los departamentos del sur de Colombia. Indica, con todo, que «los subalternos y tropa no tenían la menor idea de estas negociaciones» y que su intención fue proteger el «régimen legal», Posada Gutiérrez, 1865, t. 1: 75-94Posada Gutiérrez, Joaquín, Memorias histórico-políticas, Bogotá, Imprenta a cargo de Foción Montilla, 1865, t. 1.. Para José Manuel Groot, en estas sublevaciones militares coincidieron «dos conspiraciones contra el Libertador. la del Perú y la de los santanderistas», Groot, 1870, t. 3: 440-452, 478-479 y 516-519Groot, José Manuel, Historia eclesiástica i civil de Nueva Granada, escrita sobre documentos auténticos, Bogotá, Imprenta i Estereotipia de Medardo Rivas, 1870, t. 3..

17

Baralt, 1939, t. 3: 206-213, 219-243 y 256-260 Baralt, Rafael María, Resumen de la historia de Venezuela desde el año de 1797 hasta el de 1830, Brujas / París, Desclée / De Brouwer, 1939, t. 3..

18

Vicuña Mackenna, s. f.Vicuña Mackenna, Benjamín, El Washington del Sur. Cuadros de la vida del mariscal Antonio José de Sucre, Madrid, Editorial América, s. f.

19

Irisarri, 1846: 93-97Irisarri, Antonio José, Historia crítica del asesinato cometido en la persona del Gran Mariscal de Ayacucho, Bogotá, Imprenta de José A. Cualla, 1846..

20

Tal es la línea editorial de El Cóndor de Bolivia.

21

Mallo, 1871: 63-69 y 78-81Mallo, Jorge, Historia de la fundación de Bolivia i lo que fue para ella la administración Sucre, Sucre, Imprenta Boliviana, 1871.. René Moreno, 1877: 246-287 y 394-408René Moreno, Gabriel, “Documentos sobre el primer atentado del militarismo en Bolivia”, Revista chilena, IX (Santiago, 1877): 246-287 y 394-408.. Arguedas, s. f.: 267-319 y 340-384Arguedas, Alcides, Historia de Bolivia. La fundación de la República, Madrid, Editorial América, s. f..

22

Es la línea editorial de El Fénix, Lima, y El Telégrafo de Lima, por ejemplo.

23

Manifiesto del gobierno del Perú, en contestación al que ha dado el general Bolívar sobre los motivos que tiene para hacerle la guerra, Lima, Imprenta de José María Masías, 1828: 7-8Rey de Castro, José María, Recuerdos del tiempo heroico. Pájinas de la vida militar i política del Gran Mariscal de Ayacucho, Guayaquil, Imprenta de Calvo i Compañía, 1883..

24

Memorando sin fecha de la reunión del secretario de Relaciones Exteriores de Colombia con el Dr. José Villa, ministro plenipotenciario del Perú. Carta de Villa a Revenga, Bogotá, 27 de mayo de 1828, AGN, Ministerio de Relaciones Exteriores, Legaciones, Transferencia 2 (MRE, LT2), t. 413, ff. 95-97 y 108-117. Manifiesto del gobierno del Perú…, pp. 10-11Manifiesto del gobierno del Perú, en contestación al que ha dado el general Bolívar sobre los motivos que tiene para hacerle la guerra, Lima, Imprenta de José María Masías, 1828. (donde se recoge que el encargado de negocios de Colombia y Bolivia fue expulsado como consecuencia de sus aparentemente turbias actuaciones), AGN, MRE, LT2, t. 415, ff. 60-77.

25

Paz Soldán, 1874: 127-154Paz Soldán, Mariano Felipe, Historia del Perú independiente. Segundo período, 1822-1827, El Havre, A. Lemale Aîné, 1874, t. 2..

26

Paz Soldán, 1929: 1-12 y 26-41Paz Soldán, Mariano Felipe, Historia del Perú independiente. Tercer período, 1827-1833, Lima, Librería e Imprenta Gil, 1929..

27

Basadre, 1983, t. 1: 203-214Basadre Grohmann, Jorge, Historia de la República del Perú, Lima, Editorial Universitaria, 1983, t. 1..

28

López, 1890, t. IX: 260-272López, Vicente Fidel, Historia de la República Argentina. Su origen, su revolución y su desarrollo político hasta 1852, Buenos Aires, Carlos Casavalle, 1890 y 1893, t. IX y X..

29

Mitre, 2012: 952-985Mitre, Bartolomé, Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana, Buenos Aires, Editorial El Ateneo, 2012..

30

Ver, por ejemplo, la muy diciente Carta de Sucre a Bolívar (Chuquisaca, 20 de septiembre de 1826), en Lecuna, 1924, t. 2: 267-272Lecuna, Vicente (comp.), Documentos referentes a la creación de Bolivia, Caracas, Litografía del Comercio, 1924, t. 2..

31

Sobre estos tres puntos, ver Cartas de Sucre a Santander, La Paz y Oruro, 19 y 27 de septiembre y Potosí, 11 de octubre de 1825; Chuquisaca, 4 de enero, 24 de agosto y 27 de diciembre de 1826; Cochabamba, 11 de mayo y Chuquisaca, 10 de julio de 1827, en Cortázar, 1968, t. XII: 468-474, 476-478, 481-485 y 487-492Cortázar, Roberto (ed.), Correspondencia dirigida al General Santander, Bogotá, Librería Voluntad, 1968, t. XII..

32

Castillo Lara, 1996Castillo Lara, Lucas Guillermo, “Capitán Domingo López Matute: aventuras de un llanero guariqueño de la independencia en las luchas civiles argentinas”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, 79/314 (Caracas, abril-junio de 1996): 3-13..

33

La representación se encuentra en Lecuna, 1924, t. 2: 77-78Lecuna, Vicente (comp.), Documentos referentes a la creación de Bolivia, Caracas, Litografía del Comercio, 1924, t. 2..

34

Carta de Sucre a Bolívar, Chuquisaca, 27 de noviembre de 1826, en Lecuna, 1924, t. 2: 288-291Lecuna, Vicente (comp.), Documentos referentes a la creación de Bolivia, Caracas, Litografía del Comercio, 1924, t. 2..

35

Castillo Lara, 1996Castillo Lara, Lucas Guillermo, “Capitán Domingo López Matute: aventuras de un llanero guariqueño de la independencia en las luchas civiles argentinas”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, 79/314 (Caracas, abril-junio de 1996): 3-13..

36

“Despedida del capitán Domingo L. Matute”, Gaceta de Colombia, 288, 22/4/1827.

37

Burdett O’Connor, s. f.: 215-234Burdett O’Connor, Francisco, Recuerdos de Francisco Burdett O’Connor, coronel del Ejército Libertador de Colombia y general de división de los de Perú y Bolivia, Madrid, Editorial América, s. f..

38

Ciudad de Cochabamba año de 1827. Regimiento Granaderos de Junín. Sumario é información contra el Sr. Coronel Felipe Braun por haberse desertado escandalosamente una parte del Regimiento de su mando, Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, Sucre, (ABNB), Braun 8.

39

Declaraciones del Capitán Francisco Segovia, del ayudante mayor Sabas Ayala y del capitán Anastasio Rendón, La Paz, 20 y 25 de enero de 1827, ABNB, Braun 8, ff. 10-11v, 12v-13v y 18.

40

O’Leary, 1969: 25-26O’Leary, Daniel Florencio, The “Detached Recollections”, Londres, Universidad de Londres, 1969..

41

Manuel de Vidaurre al secretario de Relaciones Exteriores de Colombia, Lima, 29 y 31 de enero de 1827, AGN, MRE, LT2, t. 413 ff. 77 y 78.

42

Carta de Armero al secretario de Relaciones Exteriores de Colombia, Lima, 5 de febrero de 1827, AGN, MRE, LT2, t. 427, ff. 98-99.

43

Carta de Armero al ministro de Relaciones Exteriores del Perú, Lima, 13 de marzo, y a Restrepo, Lima, 16 de marzo, AGN, MRE, LT2, t. 427 ff. 104 y 102-103, respectivamente.

44

Carta de Vidaurre al secretario de Relaciones Exteriores de Colombia, 17 de marzo de 1826, AGN, MRE, LT2, t. 413, f. 82.

45

Carta de Restrepo a Armero, Bogotá, 21 de marzo de 1827 (en la que aparece la renovación de las instrucciones sobre prolongar residencia de tropas auxiliares en Perú o Bolivia el 8 de mayo del mismo año), AGN, MRE, LT2, t. 419, ff. 53-54 y 58-59.

46

Carta de Figueredo a Revenga, La Paz, 19 de octubre de 1827, Archivo Histórico Restrepo, Bogotá (AHR), Fondo I, vol. 17, f. 232.

47

Burdett O’Connor, s. f.: 235-238Burdett O’Connor, Francisco, Recuerdos de Francisco Burdett O’Connor, coronel del Ejército Libertador de Colombia y general de división de los de Perú y Bolivia, Madrid, Editorial América, s. f..

48

José María Córdova, “Narración breve de la campaña de Ayacucho”, en Moreno de Ángel, 1974, t. 2: 138-142Moreno de Ángel, Pilar (comp.), Correspondencia y documentos del General José María Córdova, Bogotá, Editorial Kelly, 1974, t. 2..

49

López, 1878: 148-149López, Manuel Antonio, Recuerdos históricos del coronal Manuel Antonio López, ayudante del Estado Mayor Jeneral Libertador. Colombia i Perú, 1819-1826, Bogotá, J. B. Gaitán, 1878..

50

El expediente sobre la insurrección de diciembre de 1827 se encuentra en AGN, MG, t. 62, ff. 540-557. Ver también sobre ajustes y gratificaciones pendientes, Carta de Figueredo a Infante, La Paz, 11 de enero y Carta de este a aquel, 11 y 14 de enero de 1828, AGN, MG, t. 62, ff. 576-577, 575 y 573. La penuria de uniformes es confirmada por otras fuentes: Carta de Infante a Braun, La Paz, 12 de marzo de 1828 y Carta de Manuel Toro al mismo, Chuquisaca, 12 de abril de 1828, ABNB, Braun 27 y Braun 36, respectivamente.

51

Cargos qe resultan contra el sor. Jral Migl Figueredo de los informs qe pasó el ministro de relacs esteriors de Bolivia al de la Guerra de Colombia en las fhas que se espresarán, AGN, MG, t. 62, f. 569.

52

¡¡¡Viva Bolivia!!!!! Triunfo de la Buena causa, Suplemento de El Condor de Bolivia, 108, 31/12/1827. La carta citada del «sujeto respetable» y las alusiones a los agentes peruanos disfrazados con trajes rústicos figuran en El Cóndor de Bolivia, 109, 3/1/1828.

53

Carta de Infante a Figueredo, La Paz, 10 de enero de 1828, AGN, MG, t. 62, ff. 572 v.-573.

54

“Carta escrita de la Paz, por un sujeto de respetabilidad, á otro de esta ciudad”, El Cóndor de Bolivia, 112, 24/1/1828.

55

Cargos qe resultan contra el sor. Jral Migl Figueredo…, Carta de Facundo Infante al secretario de Guerra de Colombia, La Paz, 12 de marzo de 1828, AGN, MG, t. 62, ff. 569-570 y 571.

56

Carta de Facundo Infante al secretario de Guerra de la República de Colombia, La Paz, 12 de marzo de 1828, AGN, MG, t. 62, ff. 563-564.

57

Carta de Infante a Braun, La Paz, 12 de marzo de 1828, ABNB, Braun 28.

58

“Ejército del Sur”, Gaceta de Cartagena de Colombia, Cartagena, 1, 16/2/1822.

59

Sobre la historia de estos cuerpos, Cortés Vargas, 1945, t. 1: 117-125 y t. 2: 239-283Cortés Vargas, Carlos, Participación de Colombia en la libertad del Perú, Bogotá, Estado Mayor de las Fuerzas Militares, 1945, t. 1 y 2..

60

Rodríguez Plata, 1976Rodríguez Plata, Horacio, “José María Bustamante (Colombiano, Prócer de la Independencia y General del Perú)”, Boletín de Historia y Antigüedades, 713 (Bogotá, mayo-junio de 1976)..

61

Ver cartas de 11 y 25 de octubre y 3 de diciembre de 1825, 20 de febrero, 10 y 12 de mayo, 3 y 6 de julio de 1826, etc., en Moreno de Ángel, 1974, t. 2: 159-165, 171-172, 180-182, 185-186 y 189-192Moreno de Ángel, Pilar (comp.), Correspondencia y documentos del General José María Córdova, Bogotá, Editorial Kelly, 1974, t. 2..

62

Decreto del Congreso General de la República Boliviana, Chuquisaca, 10 de julio de 1826, en Lecuna, 1924, t. 2: 206-207Lecuna, Vicente (comp.), Documentos referentes a la creación de Bolivia, Caracas, Litografía del Comercio, 1924, t. 2..

63

Carta de Facundo Infante al secretario de Relaciones Exteriores de Colombia, Chuquisaca, 19 de agosto de 1827 y Paz de Ayacucho, 14 de enero de 1828, Gaceta de Colombia, 317, 11/11/1827 y AGN, MG, t. 62, ff. 553-557.

64

El acta (26 de enero de 1827) fue publicada por la Gaceta Estraordinaria, 11/3/1827.

65

Carta de Santander al Dr. Rufino Cuervo, Bogotá, 15 de marzo de 1827, en Cuervo, 1918, t. 1: 32-33Cuervo, Luis Augusto (comp.), Epistolario del doctor Rufino Cuervo, Bogotá, Imprenta Nacional, 1918, t. 1..

66

“Sobre los sucesos del Perú”, Gaceta de Colombia, 284, 25/3/1827.

67

Carta de Córdova a Bolívar, Quito, 19 de mayo de 1827, en Moreno de Ángel, 1974, t. 2: 232-237Moreno de Ángel, Pilar (comp.), Correspondencia y documentos del General José María Córdova, Bogotá, Editorial Kelly, 1974, t. 2..

68

López, 1893, t. X: 174-192López, Vicente Fidel, Historia de la República Argentina. Su origen, su revolución y su desarrollo político hasta 1852, Buenos Aires, Carlos Casavalle, 1890 y 1893, t. IX y X.. Di Pasquale, 2009: 209-231Di Pasquale, Mariano, “La gestión de Álvarez de Arenales. Presencia del rivadianismo en Salta (1824-1827)”, Revista Complutense de Historia de América, XXXV (Madrid, 2009): 209-231.. Castillo Lara, 1996Castillo Lara, Lucas Guillermo, “Capitán Domingo López Matute: aventuras de un llanero guariqueño de la independencia en las luchas civiles argentinas”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, 79/314 (Caracas, abril-junio de 1996): 3-13..

69

Por ejemplo, Movimiento en Cuenca de la parte de la 3a División que conducía el Ir comandante José Bustamante, con varios documentos importantes que unidos à los que se han impreso, y à los que se vayan publicando, pueden ilustrar las dudas que se tengan de las miras hostiles de aquellos que Capitaneaban la invasión al Súr de la República, Quito, Imprenta de los Cuatro Amigos del País por F. A. Córdova, 1827Movimiento en Cuenca de la parte de la 3a División que conducía el Ir comandante José Bustamante, con varios documentos importantes que unidos à los que se han impreso, y à los que se vayan publicando, pueden ilustrar las dudas que se tengan de las miras hostiles de aquellos que Capitaneaban la invasión al Súr de la República, Quito, Imprenta de los Cuatro Amigos del País, por F. A., Córdova, 1827. .

70

Carta de Córdova a Bolívar, Quito, 19 de mayo de 1827, en Moreno de Ángel, 1974, t. 2: 232-237Moreno de Ángel, Pilar (comp.), Correspondencia y documentos del General José María Córdova, Bogotá, Editorial Kelly, 1974, t. 2.. Por su parte, José Manuel Restrepo escribió en su diario a propósito de las insurrecciones de Cochabamba y Lima: «Soldados republicanos que han combatido 17 años por la libertad es probable que no quieran darse un jefe vitalicio», Restrepo, 1954Restrepo, José Manuel, Diario político y militar, Bogotá, Imprenta Nacional, 1954, t. 1., t. 1: 327 (anotación correspondiente al 9 de marzo de 1827).

71

Vargas Tejada, 1978: 51-55Vargas Tejada, Luis, Recuerdo histórico, Bogotá, Academia Colombiana de Historia, 1978..

72

Carta de Miguel Figueredo al secretario de Guerra de Colombia, Cuartel General de La Paz, 31 de julio de 1827, AHR, Fondo I, vol. 17, f. 226.

73

Carta de Infante a Braun, La Paz, 9 de febrero de 1828, ABNB, Braun 23.

74

René Moreno, 1877René Moreno, Gabriel, “Documentos sobre el primer atentado del militarismo en Bolivia”, Revista chilena, IX (Santiago, 1877): 246-287 y 394-408.. Lo confirman, en lo relativo a los «cholos», la “Undécima carta del Chuquisaqueño á un amigo suyo residente en la Paz”, “Cinco días de anarquía en Chuquisaca” y “El Condor”, El Cóndor de Bolivia, 125 y 126, 24/4 y 1/5 de 1828.

75

Según Restrepo, en 1827 el ejército de Colombia estaba compuesto por «poco más de diez mil hombres, sin contar dos mil que estaban en Bolivia», Restrepo, 1858, t. 4: 59Restrepo, José Manuel, Historia de la revolución de la República de Colombia en la América Meridional, Besanzón, José Jacquin, 1858, t. 3 y 4.. Para el total de los efectivos comprometidos en los pronunciamientos de ambos Perú, ver tabla 1.

76

Rabinovich, 2022: 139-182Rabinovich, Alejandro, “El fenómeno de la guerra en Sudamérica: regiones, problemas y dinámicas. Primera mitad del siglo XIX”, Natalia Sobrevilla (ed.), Repúblicas sudamericanas en construcción. Hacia una historia común, Lima, Fondo de Cultura Económica, 2022: 139-182..

77

Retomo los términos planteados por Fradkin, 2006Fradkin, Raúl, Historia de una montonera. Bandolerismo y caudillismo en Buenos Aires, 1826, Buenos Aires, Siglo XXI, 2006., en su ejemplar estudio.

Declaración de conflicto de intereses

 

El autor declara que no tiene intereses económicos ni relaciones personales que pudieran haber influido en este artículo.

Declaración de contribución de autoría

 

Conceptualización, análisis formal, investigación, metodología, administración de proyecto, recursos, validación, supervisión, redacción ‒ borrador original, redacción ‒ revisión y edición.

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